Dentro
del combate, los legionarios podían adoptar una gran variedad de tácticas para
combatir al enemigo. Según las tropas enemigas, los legionarios adaptaban una táctica u otra. No adoptaban
la misma táctica contra un ejército de gran cantidad de unidades a distancia
que contra una carga de caballería. Cada acción enemiga conllevaba una reacción
en los legionarios para sufragar el daño y, a la vez, adoptaban diferentes
tácticas tanto para defenderse como para atacar.
Una de
las tácticas legionarias más conocidas es la denominada formación tortuga o testudo. Esta formación
consistía en la agrupación de escudos, de forma que la primera línea los
sostenía de forma vertical y el resto de las líneas los posicionaba perpendicularmente
por encima, solapando los escudos para que no se colara ningún proyectil. Esta
táctica de combate era de uso frecuente contra arqueros, ya que estaban
completamente protegidos. El inconveniente era la lentitud de desplazamiento de
la formación. También podían posicionarse escudos en los lados, pero entonces
se formaban espacios en la parte superior y el avance era incluso más lento. A
la hora de la instrucción de esta formación defensiva, los legionarios debían
aguantar la formación incluso cuando se les lanzaban carros por una pendiente.
Cuando eran capaces de mantenerse firmes frente a tal carga se consideraba que
la habían realizado correctamente.
Su uso fue
destacado a la hora de los asedios, ya que era una forma efectiva de llegar al
muro enemigo con las mínimas bajas posibles. Los legionarios de las líneas
traseras podían agacharse haciendo que se formara una rampa de escudos que
permitía el paso a los legionarios que iban detrás de la formación.
Otra de
las muchas tácticas defensivas era la formación en orbe, que consistía en posicionarse formando un círculo con los
escudos hacia el exterior. Cuando había espacio suficiente se situaban arqueros
en el centro, éstos podían hostigar y causar bajas mientras estaban protegidos
por los escudos. El inconveniente era que tenía una movilidad nula. Sta formación
requería mucha disciplina y solía usarse en casos donde estaban completamente
rodeados.
La
táctica por excelencia para repeler a la
caballería consistía en una primera fila que debía hacer un muro de escudos utilizando los pila como picas en vez
de jabalinas. La segunda línea debía reforzar el muro de escudos y usar el pilum como una lanza para hostigar y
mantener alejada a la caballería. Esta táctica tomaba la forma de un muro
erizado, lo que hacía que la mayoría de las posibles caballerías enemigas no
pudieran hacer frente a esta defensa.
Otra
táctica defensiva era el cuadrado hueco o formación en cuadro,
que era similar a la formación en orbe, pero con mayor espacio y movilidad.
Esta táctica solía usarse frente a arqueros montados, por lo que su uso era
frecuente contra los partos.
Sería una formación similar, si no fuera porque es un fotograma de Las cuatro plumas y se ambienta en el siglo XIX.
La
formación ofensiva más destacable era la formación en cuña. Consistía en formar un triángulo en la que pudiera ofrecer
una mayor penetración en la formación enemiga, ya que el ataque tenía una mayor
profundidad de las tropas legionarias. Esta formación podía provocar que la
línea enemiga se rompiera.
Había
veces que ninguna de estas tácticas daba resultado, como, por ejemplo, contra
los elefantes cartagineses. Publio Cornelio Escipión puso en práctica en la
batalla de Zama, en el años 202 a. C, una táctica que consistía en crear espacios
similares a caminos. Los elefantes atravesaban estos espacios inconscientemente,
lo que permitía disminuir las bajas mientras que eran abatidos a base de
jabalinas y otros proyectiles, esto supuso que el gran arma cartaginés perdiera
importancia.
Otra
táctica, aunque pueda considerarse una formación, era dar la impresión de tener
el centro de la formación débil, ya que el enemigo vería la ocasión de romper
la formación y centraría las tropas en el centro, aunque realmente esta táctica
era atraerlos para que las alas romanas flanquearan y rodearan al ejército
enemigo. Esta táctica fue puesta en práctica por Aníbal Barca en la batalla de
Cannas, en el año 216 a. C,
precisamente contra tropas romanas. A partir de entonces los romanos adoptaron
esta estrategia.
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