Como hemos comentado en un artículo anterior, las naves
romanas tenían el modelo de los navíos cartagineses. Si se daba un combate contra estos últimos, el inconveniente venía de la gran
maestría de los cartagineses, pues tenían experiencia naval y un mejor control
de las naves. El sistema de combate cartaginés era embestir con los grandes
espolones de proa que, al estar cubiertos de bronce y por debajo de la línea de flotación,
hundían las naves enemigas. Para ello se requería una gran experiencia, ya que lo
más adecuado era embestir desde los flancos a la nave enemiga. Si chocaban frontalmente dos
trirremes podía haber consecuencias desastrosas para ambos.
También se hacía uso de garfios para aproximarse a una nave enemiga y acercar
el combate a los infantes.
Los romanos, que ya predominaban en el combate terrestre por
las legiones, incorporaron este método a los combates navales mediante varios
aparatos o artefactos.
Uno de ellos era el harpax un proyectil con punta de arpón que era lanzado por una máquina similar a una balista, lo que hacía que pudieran
alcanzar a naves enemigas a una mayor distancia que con el garfio. El proyectil
estaba cubierto de placas de metal para que no pudiera ser cortado y, en la
parte trasera, tenía amarras para aproximarse a la nave enemiga. Era un garfio
usado como proyectil. En un principio las amarras eran de cuerda pero
posteriormente fueron cambiadas por cadenas.
El invento romano de más relevancia era el corvus,
una larga pasarela que podía ser desplazada por medio de cuerdas y poleas. El
extremo de la pasarela tenía un gran aguijón de hierro que al caer sobre el
barco enemigo lo inmovilizaba. A la vez, la pasarela daba una vía a los
infantes para acceder a la nave enemiga, haciendo prescindible el uso del
espolón. Esto supuso que en los combates navales la importancia pasara a la
infantería,
en la que los romanos podían dominar. Esto fue novedoso para los cartagineses.
Sus tripulaciones tenían un mayor dominio de las naves, sin embargo no contaban
con tropas para el combate cuerpo a cuerpo. Pese al éxito en las Guerras
Púnicas, el corvus tenía
inconvenientes. El corvus causaba una gran inestabilidad en la nave, ya que la
altura desequilibraba el barco en los virajes. Además, hacía las
embarcaciones menos maniobrables y era un peligro añadido en caso de tormentas.
Más adelante, los barcos fueron armados con máquinas de
guerra (balistas sobre todo) con las
que podían dañar mástiles y velamen a la vez que causaban bajas. Cabe destacar
que Aníbal hacía uso de vasijas llenas de serpientes venenosas, por lo que no
solo causaba daños físicos, sino también bajaba la moral a los romanos. Era
frecuente que algunas naves mercantes llevaran alguna pieza de artillería para
su propia defensa.
Captura del juego Rome II: Total War. Quinquerreme armado con una balista.
Otro artilugio utilizado era el llamado asser.
Consistía en una viga que colgaba del mástil con los extremos cubiertos de
metal. Su función era la de un ariete naval, ya que se utilizaba el balanceo para causar bajas a la vez que se dañaba el casco enemigo. También era probable el uso de
fuego griego o pyrphoroi, al igual
que objetos incandescentes que pudieran prender el casco o el velamen.
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