¡Buenas de nuevo! Hoy seguimos con la Reconquista, si en la anterior entrada F. Arellano nos enseñó la estrategia de los musulmanes, hoy toca ver la estrategia cristiana o castellano-aragonesa.
Nos
encontramos ante un ejército cuya estrategia militar se basará en controlar las
principales fuentes de riqueza, que en la época principalmente se encontraba
en la tierra, lo que en consecuencia se traducirá en la ocupación de tierras.
Al principio del periodo, esto equivalía principalmente a la destrucción o
defensa de campos para que estos dejaran de aportar riquezas según labranzas y
pastos a los musulmanes, aunque con el paso de los años, la ocupación de las
ciudades irá ganando en importancia por el desarrollo de estas ciudades como
centros de riqueza derivados del comercio y las manufacturas. Otro centro
principal de ocupación estratégica era la ocupación de castillos, ya que
generalmente se situaban en colinas para controlar los territorios de alrededor
en un margen amplio y las tierras de labranza y pasto.
Se
trata de un ejército que vive dentro de una sociedad que se encuentra en
constante estado de alerta, que destaca por una falta de organización
permanente y de una unidad sometida a una jerarquía militar, y solamente se
reclutaba al ejército cuando hacía falta para las guerras. El rey es el jefe
supremo y cuenta también en sus filas con milicias concejiles que actúan por
iniciativa propia, cuyos caballeros reciben por parte del monarca una serie de
privilegios a cambio de luchar para la monarquía.
Con
respecto a la organización militar aragonesa, hasta el S.XI era muy propensa a
las actuaciones en un mismo lugar, pero a partir de ese siglo tuvo que
adaptarse a las guerras de movimientos y de distancias largas que se
producirían durante el proceso de la Reconquista, por lo que cobraría bastante
importancia la caballería, aunque sí cabe reseñar que esta táctica fue
surgiendo con bastantes años de retraso con respecto al resto de la Europa
Medieval, y hasta el S.XIV no asistiremos al surgimiento de una caballería
pesada, soporte principal del ejército.
Además,
de entre los guerreros aragoneses, podemos destacar también a unos infantes,
los almogávares, los cuales organizaban incursiones contra el enemigo musulmán,
desarrollándose estos sobre todo en los siglos IX y X, años en los que la
reconquista empezaba a tomar forma, con pequeños avances hacia el sur. Estos
confiaban en su movilidad como mejor estrategia guerrera, lanzando sus
jabalinas o cuchillos afilados contra los enemigos. Ya en siglos posteriores,
estos almogávares fueron ganando protagonismo en la Europa del medievo y fueron
reclutados como mercenarios para campañas de diversas naciones europeas como
Francia, el Imperio Bizantino o al servicio de nobles.
Ya
al final de la Edad Media, este ejército español fue el primero en juntar a
piqueros, espadachines y pistoleros, y el resultado de esta fusión serán los
famosos tercios españoles, una formación capaz de enfrentarse a las distintas
armas en varios terrenos tanto defensivos como ofensivos