La falange macedónica consistía en una gran formación de
picas. Las primeras cinco filas de formación mantenía las llamadas sarisas hacia el frente enemigo. A
partir de la sexta fila, las picas irían elevándose, quedando inclinadas. Esta
posición hacía que se desviaran muchos de los proyectiles, ya que cabía la
posibilidad de que chocaran con la gran cantidad de picas de la formación. Las sarisas medían entre cinco y seis
metros, lo que permitía hacer de la formación un muro de lanzas[1]. Pesaban tanto que había que usar las dos manos para utilizarla, por lo que el pequeño escudo que portaban se sujetaba con correas al antebrazo izquierdo. La falange la creó Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno. Cuando los macedonios
batallaron contra Grecia la falange venció a la formación hoplítica griega (batalla
de Queronea), lo que supuso la conquista de la península Balcánica. Esta nueva formación era prácticamente imbatible para la caballería, ya que las largas lanzas
hacían infranqueable este muro y era imposible cargar contra ella.
La falange macedónica era una formación que destacaba por su
firmeza, sin embargo, esto hacía que tuviera poca movilidad. Los únicos
movimientos convenientes eran hacia
adelante, con las picas en ristre, o de forma oblicua. Aquí se hallaba el gran
defecto de la falange, no era una línea flexible. Si se rompía la formación o
se llegaba a un combate cerrado, la formación quedaba inutilizada por no haber
espacio suficiente para el manejo de las picas. Aún así, la falange solía estar
acompañada de otras fuerzas, como hoplitas, infantería ligera o caballería. En
esto último destacaba Alejandro Magno.
Sabiendo esto, las legiones eran más móviles que la falange,
ya que la legión romana permitía el relevo de la primera línea con mayor
facilidad. La táctica romana consistía en lanzar las jabalinas, lo que ya
ocasionaba grandes percances, para después atacar la formación de la falange en
hileras. Desplazaban las lanzas con los scutum
hasta llegar hasta las propias tropas de la falange, donde con apenas espacio
los legionarios destacaban por el uso de la espada corta, que requería un
espacio menor. Este era el modo con el que causaban grandes bajas en las líneas
de la falange. Estos no podían sino retirarse o soltar las sarisas, por lo que rompían la falange. También hay que destacar la
mayor flexibilidad de las legiones, ya que cada unidad tenía su propio espacio
para maniobrar, mientras que la falange era una sola formación homogénea. Los legionarios,
organizados en centurias y cohortes, hacían los movimientos con mayor libertad,
por lo que realizaban maniobras que los beneficiaban.
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