5 ago 2016

¿Qué podían hacer los romanos contra la falange macedónica?

La falange macedónica consistía en una gran formación de picas. Las primeras cinco filas de formación mantenía las llamadas sarisas hacia el frente enemigo. A partir de la sexta fila, las picas irían elevándose, quedando inclinadas.  Esta posición hacía que se desviaran muchos de los proyectiles, ya que cabía la posibilidad de que chocaran con la gran cantidad de picas de la formación. Las sarisas medían entre cinco y seis metros, lo que permitía hacer de la formación un muro de lanzas[1]. Pesaban tanto que había que usar las dos manos para utilizarla, por lo que el pequeño escudo que portaban se sujetaba con correas al antebrazo izquierdo. La falange la creó Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno. Cuando los macedonios batallaron contra Grecia la falange venció a la formación hoplítica griega (batalla de Queronea), lo que supuso la conquista de la península Balcánica. Esta nueva formación era prácticamente imbatible para la caballería, ya que las largas lanzas hacían infranqueable este muro y era imposible cargar contra ella.



La falange macedónica era una formación que destacaba por su firmeza, sin embargo, esto hacía que tuviera poca movilidad. Los únicos movimientos convenientes eran  hacia adelante, con las picas en ristre, o de forma oblicua. Aquí se hallaba el gran defecto de la falange, no era una línea flexible. Si se rompía la formación o se llegaba a un combate cerrado, la formación quedaba inutilizada por no haber espacio suficiente para el manejo de las picas. Aún así, la falange solía estar acompañada de otras fuerzas, como hoplitas, infantería ligera o caballería. En esto último destacaba Alejandro Magno.



Sabiendo esto, las legiones eran más móviles que la falange, ya que la legión romana permitía el relevo de la primera línea con mayor facilidad. La táctica romana consistía en lanzar las jabalinas, lo que ya ocasionaba grandes percances, para después atacar la formación de la falange en hileras. Desplazaban las lanzas con los scutum hasta llegar hasta las propias tropas de la falange, donde con apenas espacio los legionarios destacaban por el uso de la espada corta, que requería un espacio menor. Este era el modo con el que causaban grandes bajas en las líneas de la falange. Estos no podían sino retirarse o soltar las sarisas, por lo que rompían la falange. También hay que destacar la mayor flexibilidad de las legiones, ya que cada unidad tenía su propio espacio para maniobrar, mientras que la falange era una sola formación homogénea. Los legionarios, organizados en centurias y cohortes, hacían los movimientos con mayor libertad, por lo que realizaban maniobras que los beneficiaban.







[1] P. Connolly, Los ejércitos griegos, Madrid, ed. Espasa-Calpe, 1981,

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